Me resultó difícil ponerle nombre y apellidos a este blog. No sabía si usar Relaciones Públicas, Comunicación Institucional, Comunicación Corporativa, Comunicación Organizacional, Comunicación Integral, Comunicación Global, etc. Temía quedar mal o pelearme con algunos de mis amigos, defensores acérrimos de alguno de estos términos (o algo peor: terminar en un bar discutiendo con ellos las diferencias durante horas). Al final, he optado por contentar a todos los abuelos de la criatura, ir a lo fácil y mojarme lo menos posible: Comunicación en las Organizaciones (al final, estoy utilizando una expresión más, contribuyendo yo mismo a la inflación terminológica, je, je).
¿Y por qué tanto problema? Pues porque la discusión sobre las fronteras conceptuales no se limitan ya a las diferencias tradicionales con la publicidad o el marketing (eso merecía otro post, o más aún, un blog propio), sino que también hay un gran debate sobre qué incluye cada una de aquellas expresiones. Si son lo mismo, si se incluyen unas en otras, si hacen referencia a cosas diferentes. Nos pasamos un montón de tiempo (y un montón de clases en la facultad) intentando ponerle límites a cada uno de ellos. Aceptamos o rechazamos a algunos profesionales o académicos en nuestro grupo o entidad dependiendo de si lleva o no la misma etiqueta (aunque en muchos casos tengamos más coincidencias conceptuales y profesionales con alguien de una etiqueta diferente que con una persona con tu misma denominación). Después de mucho discutir con unos y con otros, llegas a la conclusión de que el problema tiene que ver principalmente con el rótulo o etiqueta a utilizar, porque lo que unos definen como relaciones públicas otros lo consideran como comunicación institucional o comunicación corporativa (o alguna otra expresión).
Puedo entender que algunos prefieran una denominación más que otra, por una cuestión de trayectoria personal, de negocio (editorial o profesional), de principios, de historia o incluso por romanticismo. Pero lo realmente relevante es el contenido de cada etiqueta y no la denominación en sí misma. Para mí, lo importante no es el rótulo (el continente), sino la definición (el contenido), aunque algunos amigos provenientes de la semiótica me dirían que la denominación también es importante, porque condiciona la interpretación del contenido.
Para mí, la idea central de lo que es nuestro campo podría ser definido como la gestión del sistema de comunicación a través del cual se establecen y mantienen relaciones de adaptación e integración mutua entre una organización/persona pública y sus diferentes públicos (ó stakeholders, si prefieren este otro rótulo). A esa definición ustedes le pueden poner la etiqueta que más les guste, que yo me adapto a cualquiera de ellas. ¿Pragmático? ¿Ecléctico? Puede ser que sí?Si quieren, pueden votar en vuestras respuestas a este post sobre cuál es la etiqueta que más les gusta para esa definición. Este concepto lo construimos entre Teresa Otero, Belén Fernández Souto, Victoria Carrillo, Jordi Xifra, Antonio Castillo y yo mismo en el 2003, en el Foro de Vic (una reunión de trabajo de 2 días entre profesores universitarios que organicé cuando trabajaba en la Universidad de Vic). El cual, por cierto, ahora se llama Foro de Tarragona, por razón de mi marcha a la Universidad Rovira i Virgili de esa ciudad. Pero bueno, esa es otra historia?
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